-"Vas a ir a un
momento, aún antes de la concepción, mucho antes, significante en la vida de tu
Alma ¿Si? 1, 2, 3...".
Se veía los pies. Oscuros, embarrados, enmarcados por dos trenzas larguísimas y muy oscuras. Tenía hambre y estaba furiosa. - "Doce" - Contestó inmediatamente cuando le preguntó su edad. Enseguida, unos hombres con máscaras, que hasta ese entonces simplemente había sentido presentes pero ella no había divisado, se le aproximaron. Entre los brillos y colores, sólo eran visibles los ojos y las pieles de éstos hombres; uno de ellos con un par de gotas de agua en la cara y con gestos que se le hacían familiar. “Que mirada tan de siempre” – pensó. Los odiaba, con un odio tan profundo como sólo se puede sentir amor.
Se veía los pies. Oscuros, embarrados, enmarcados por dos trenzas larguísimas y muy oscuras. Tenía hambre y estaba furiosa. - "Doce" - Contestó inmediatamente cuando le preguntó su edad. Enseguida, unos hombres con máscaras, que hasta ese entonces simplemente había sentido presentes pero ella no había divisado, se le aproximaron. Entre los brillos y colores, sólo eran visibles los ojos y las pieles de éstos hombres; uno de ellos con un par de gotas de agua en la cara y con gestos que se le hacían familiar. “Que mirada tan de siempre” – pensó. Los odiaba, con un odio tan profundo como sólo se puede sentir amor.
Se quitó un poco el
barro, golpeó un poco el suelo con angustia y se volvió a ensuciar. Le tiraron
un pedazo de comida. Tan sucia y masticada estaba ese banquete que si quiera le
sonaba familiar. Lo desprecia y, como siempre, los amos la maltratan. Su cuero
cabelludo ya había desarrollado algo similar al sentimiento de satisfacción de
tanto que la zamarreaban del pelo. –“Tenía doce años. Bronca.” – dice.
En la siguiente escena ella, junto con un amigo, intenta darse a la
fuga. ¿Pudieron? Por supuesto que no. Tan veloz corría que con suerte
diferenciaba el paisaje, tan confuso se le volvían los tropezones y las miradas
hacia atrás para ver si aún la seguían que, de la nada, cae inmóvil en los
brazos de esas máscaras.
Al menos cinco días
habían pasado, según le dejaba ver la única hendija de luz que entraba por la
“puerta”. Hacía cinco días que no comía ni orinaba ni dormía.
La trataban mal, la
arrastraban por un camino que jamás había visto, que subía. Tenía 12 años
¿cuánta resistencia podría ofrecer? Sólo un escupitajo. Llegaron al fin de ese
sendero, a su vez cima de un pico. “Me van a sacrificar. Soy una ofrenda a los
Dioses.”
Se le disparó el Alma
del cuerpo y vio como su cabeza rodó. Primera fila a la muerte de su cuerpo.
Ahora estaba acá, millones de años más luego; intentando perdonar; no sabía que
iba a doler tanto más.
Un canal que se abre
entre ella y un pasado puramente energético y un dolorcito que, poco a poco,
se suelta de sí.