Un viaje de Sol a Ción.

Ción; el lugar donde todo se yuxtapone
con el Alma.

domingo, 5 de octubre de 2014

El bello hambriento.





Érase, ésta vez, un príncipe.  Era hijo de dos reyes muy, muy poderosos y hermano de 500. Pero, de todos ellos, todos príncipes y princesas, él era diferente. Hasta su hermana menor, la bella durmiente, deseaba jamás estar en sus zapatos.

Al nacer, un genio maligno lo condenó a un vacío infinito en su estómago; sería entonces, que aunque comiera hasta más no poder, jamás dejaría de sentir hambre. ¡Podía éste príncipe comer vacas, cabras, elefantes enteros! Pero jamás, jamás se sentía lleno.

El príncipe lloraba de desesperación y sus padres se quedaban sin asunto; éste chico los estaba dejando sin recursos. Las princesas de otros reinos, fascinadas por la capacidad del príncipe de comer tanto y mantenerse delgado y hermoso, caían a sus pies. Hacían kilómetros de cola cargando platos enormes, bellos y deliciosos buscando conquistar el estómago del muchacho. Pero ni con sus platos ni con ninguna de ellas, él se sentía completo.

Hasta que un día, como por arte de magia, apareció una princesa con una receta mágica. Venía desde muy muy lejos y cayó en el reino por casualidad. Decidió pedirle al príncipe que pasara sin comer  unos días hasta que su panza hablara sola y, con su cabeza, dibujaran el plato que él, desde recién nacido, estaba buscando.

Así, tres días más tarde, el estómago del muchacho gruñía enojado e indeciso… pasaron unas horas hasta que, al fin, decidió ir a hablar con la princesa. Le pidió a la mujercita que recorriera el mundo por él; que trajera unos tomates de Perú, que mandara a pedir el más suave pan a Italia, que buscara carne en Argentina y demás ingredientes. Ella tardo 58 años y dos meses en poder conseguir todos los ingredientes que específicamente debían ser seleccionados para satisfacer el paladar de aquel, ahora, Rey.

Ya tenían 80 años cuando, finalmente, el hombre, que aún seguía hermoso, delgado y vacío, sintió por primera vez la sensación de no poder respirar tras haber comido cuatro mágicas, sencillas, brillantes, dulces y sabrosas hamburguesas.

Él nunca más pudo separarse de esa hermosa mujer, pero ella estaba tan cansada y arrugada de haber viajado un mundo y una vida, que a los pocos meses, murió y nuestro Rey volvió entonces a sentirse vacío una vez más.