Sedúceme; aparécete finalmente algún día en la esquina de mi casa,
espiando. No deberías esconderte más, pues hace un tiempo que ya vengo
suponiendo que en otro lugar no debes de estar.
Chócame tu boca con la mía. Si es necesario, que parezca un accidente y mi
muerte me releve en ese instante. Deséame tanto al punto de cerrar los ojos e
imaginarme. Eso es, imagíname. Así como lo hago yo, casi siempre.
¡Por favor, aparécete cuando abro los ojos! Entiéndeme y, si puedes, vuélvete
tú a quien creo reconocer en la calle y no algún estúpido similar. Sedúceme
tanto que me cueste respirar, asfíxiame.
Ámame. O, si quieres, ódiame. Conóceme. O, mejor, reconóceme. Espérame.
Salúdame. Respétame.
Abrázame. ¡Aunque sea, por favor, rózame los dedos sin querer en algún
pasillo del Mundo!.
Sucédeme.
(A mi furtiva Paz mental)