Raúl Roberto Rizzo. Un tipo con muchas “eres”. ¿Será que tú
eres alguien especial, Raúl Roberto? Jamás lo sabremos pues, mientras tocaba la
guitarra, mirando lo rápido que rodaban las rápidas ruedas del ferrocarril San
Martín, se estalla en mil pedazos un montón de metal.
Entonces, dado que Raúl Roberto nunca pudo, yo haré la
siguiente pregunta; ¿Nunca pensaron que ponerle triple R a su hijo en el nombre
resultaría casi pornográfico? ¿Qué jamás podría pronunciar bien las palabras
como “Perro”, “Carro” o “Guitarra”?
Supongo que resultaba gracioso, pues es inclusive tan
pegajoso ese nombre que lo repito al ritmo de mil canciones y me suena
estimulante. Lo raro es que la R condicionó tanto a Raúl, que quiso cambiar su
nombre; Saúl Soberto Sizzo… hm, no; Maúl Moberto Mizzo… no!! Sólo R,R,R…
Ronroneaba esa tarde canciones de Risorio y resultaba rico
el aire a recelo repentino que recubría rápidamente los rieles del andén.
Rozaban con sus pieles todos éstos
relinchantes y ruines caminantes que, sin si quiera recordar un segundo
a recorrer su cara, relucían aires de grandeza rasgando duramente su rigidez
sin rescatarse de que Raúl Roberto se recostaba en aquel rincón regalando
rastros de música con su guitarra.
Receloso, Roberto, o Raúl, se replantea y plantea; se planta rígido al sol redondo que rajaba el rancio cemento.
Recorre unos metros dejando un rastro de repetida rivalidad consigo mismo y
rebota su ruin y rocoso corazón contra los rieles del renorme rerrocarril.
Raúl, riéte mucho! Riéte.
Rest In Peace!