Pedro
tenía muchos, pero no tantos años y unos brazos demasiado sexys. Los pocos
kilos de "fibra" que él decía tener y esa sonrisa pseudo-fugada, se mecían en mi piel.
Negrito y a oscuras, saca la locura y su calor y mi calor son un mismo calor.
Porque aquí hay algo muchachos, Pedro sabe que quiero respirarle en la oreja y
yo sé que quiero verlo erguirse y suspirar.
A
una hora específica, mi cuerpo y el suyo hablaron callados, juntos; hablaron de
más.
Ojalá
Pedro quiera dibujarme la panza algunas veces más.