Un viaje de Sol a Ción.

Ción; el lugar donde todo se yuxtapone
con el Alma.

domingo, 17 de diciembre de 2017

La nostalgia de irse.

De estos largos siete años yo aprendí que nada sucede porque sí. Que hay dolores que siempre duelen y alegrías que duran de por vida. Que los instantes son eternos y que el éxito es la recompensa del esfuerzo. Que algunas de las cosas son para siempre, pero solo por ahora (por ende, existen los medios infinitos).

Entendí que no hay mejor éxito que el de dormir tranquilo. Que el universo es sabio y pone a cada uno a su lugar. Que el tiempo no cura todo. Y que curarse depende de uno.
Entendí que no importa en qué meridiano estés parado, el corazón siempre lleva a la gente que te quiere.

También que las ciudades te cambian, y uno las cambia. Que es todo cuestión de perspectiva y también de actitud.
Que para hacer el bien, hay que haber transcurrido el mal. Que las cicatrices te hacen bonita y real y que construirse es imposible sin antes proyectarse. Aprendí que la vida te sorprende y que el amor tira sin importar el espacio que exista en el medio. Aprendí mucho. Y cada día creo más en las Almas que se vuelven a encontrar.

Aprendí a ser libre, a querer quedarme en la libertad. Desperté de muchas cosas y amo a la gente que me ayudo a hacerlo. Aprendí a liberarme de prejuicios y juicios y que todos tenemos algo para dejarle a alguien más.
Aprendí que perdonar es lo más divino del mundo. Y que la única manera de que todo pase es entendiendo que si no pasa, es porque no tiene que ser. Por ende, comprendí que ofuscarse sólo genera dolor… y sólo te duele a vos. Que los más sabios son quienes son libres de esos sentimientos, y que preguntarse “por qué” es mucho más difícil de responder que preguntarse “para qué”.

Aprendí que hay lugares, personas y situaciones que son anclas. De las que cuesta salir. Y que si algo te hace perder la sonrisa, tan bien no está. Que el Amor te hace reír y sonreír, y todo lo demás es solo algo que se le parece. Aprendí a ser paciente, a entregarme al Universo, a respirar hondo. A construirme, destruirme, reconstruirme… a redecorarme, diseñarme y proyectarme. A confiar. Aprendí a abrazar. A des-disfrazarme.

Aprendí que hay personas que son motores. Que te potencian, que te abren el coco y el corazón.
Aprendí a soltar y a agarrarme fuerte.
A llorar lo bueno y lo malo y abrir el pecho y mostrar el Alma. A gritar y bailar. Y a aceptar. Aprendí tanto a conocerme que ya no me puedo engañar. Aprendí a dejar de esperar.

Aprendí Arquitectura. Me nutrí de una carrera hermosa, que está terminando. Una carrera que me enseñó de la vida; a soñar y crear... a construir mis ideales y mi vida. Una carrera que me apasiona en muchos aspectos y me atemoriza en muchos otros, y que espero, pronto, se vuelva un oficio. Que me cruzó con gente que me tocó el Alma y ahí me la llevo, que me enseñó a sostener, a resistir, a crear bases sólidas y fuertes, a hacer arte, a pararme de pie, erguida, y que ningún viento me vuele... que me enseñó a crecer, piso por piso.. y a nunca querer derrumbarme.

 Y aprendí, sobretodo, que siete años se van en un segundo y que sólo queda celebrar cada uno de los instantes que me tocan atravesar.
Tengo mucha suerte. Que viva la fadu, la familia, los amigos y el Amor. Gracias Capital Federal. 
Feliz último Domingo para mi. Hasta siempre, por ahora.