Un viaje de Sol a Ción.

Ción; el lugar donde todo se yuxtapone
con el Alma.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Crónica de mi cumpleaños número 18.

Cumplí 18. El desayuno fue una sorpresa de mis amigas. En el colegio me cantaron la tonta canción unas 15 veces y hubo torta, al igual que a la tarde. Hubo amigos, hubo abrazos, regalos, comida. Después de acostarme en la cama con 18 por primera vez (porque se siente distinto, no saben cuanto….) empecé mi nuevo año con empacho y muy cansada por el día anterior. Falté al colegio y, aunque tuve que levantarme para llevar unas cosas muy temprano, la mañana no fue tan mala (me visitó alguien “especial”). Soplé las velitas cuatro veces, y pedí siempre dos deseos iguales y varié el tercero, solo por las dudas.
Ahora empezamos con el tema de las velas y los deseos. Cumplí 18 y le rogué a mis velas que influyeran lo máximo posible sobre las fuerzas universales para que se cumplieran los ritos que necesito. No pedí algo como “quiero  un novio”, fuck for ever, fue la onda con los novios (ni si quiera se volvió a prender la vela una vez que soplé). Si, se siente medio estúpido cumplir 18 y no haber tenido nunca un novio de verdad (es decir, que no esté lejos y realmente te quiera y duren más de 3 meses).  Pero eso, esta vez, no me deprimió.
“Adolescencia”. Vivir una etapa que adolece pero que, supuestamente, es recordada como la mejor de toda la vida. Sí, fui una pendeja complicada (y lo soy) pero, no se si será porque solo me faltan dos años para dejarla o qué, decidí pensar distinto. Por momentos me atacó el típico vacío de cumpleaños infeliz, porque siempre te falta algo, pero entonces adopté y adapté la frase que me escribió un pequeño grande alguna vez: “lo esencial es invisible a los ojos”. Empecé a pensar que, por más poco probable que   fuera, quizás ciertas cosas no pasaban porque eran innecesarias o significarían alguna especie de decaimiento de los hechos. Posiblemente, fue todo por caer en la estúpida costumbre humana de querer sentirse “completo”, no se… esta vez tampoco pensé en qué estaba bien y qué mal… solo sentí.
Entonces entré en un coma de felicidad-depresión. Yaz se dio cuenta que me faltó que me llamara alguien y me visitara alguien. Igual traté de no llorar, estaba contenta, pero si pudiese describir el hueco invisible que tenía en el esternón, aún así no podrían imaginárselo. Aprendí, con mis 18, que la empatía es una farsa. Es raro porque yo genero mi mundo dentro del mundo. Es decir, yo creo en los unicornios y a los cinco me atropelló un auto y vos podés decir “ay que horror, me imagino”, pero si no crees en los unicornios, quizás todo tenga un giro distinto.
¿A dónde quiero llegar? No sé. Lo más seguro es que esté buscando una especie de justificación a mi nuevo año mas que la de solo “crecer”. No voy a decir que maduré porque creo que retrocedí varios pasos en la escala de tiempo. Por primera vez, me mostré como soy. No puedo asegurar todavía si está bueno o malo, pero no me tocó fingir en mi cumpleaños. De alguna manera extraña, y a pesar de disfrutarlo, jamás quise que llegara y nunca dejé de desear que terminara. Así y todo, se sintió bien…. Siempre le sentí un sabor amargo a los cumpleaños.