Se sacó los lentes de contacto y se puso un par de lentes
tan nerds que ella no dudó en anonadarse. Se lo quería llevar a su planeta,
tenían que conocerlo. La luz le rebotaba en la punta de la nariz y ni por casualidad
la miraba, ni de reojo la miraba.
“Dame las mismas vueltas que a un cubo Rubik… hasta que me
endereces.” – pensó entre dientes… un poco queriendo que la escuche y otro poco
que, aun que sea, por más difuso que fuera, le llamara la atención su reflejo.
Pero no, él se acomodaba el pelo en el espejo y ella lo
escribía. Lo redibujaba en su mente, pasito a pasito. Aprendérselo la hacía
sentir hermosa… era espectacular como él, por momentos, ignoraba completamente
su existencia y la dejaba, entonces, sin límites para imaginar.
Él estaba rodeado de todo menos sus ganas de cordura. Lo podría girar en su propio eje y amarlo por cualquier lugar.
Es difícil, amarse y desarmarse y volverse a encontrar para poder mostrarse de verdad, en cada capa, en cada cara. Combinarse hasta desentrañarse y armarse hasta desdibujarse.
“Mirame”
– respiró clavándole los filos de los ojos. Y es entonces cuando el corre la mirada
y la mira en el reflejo. Y, despacito, como de a contratiempo, gira la cara, y
la mira. - “Sos hermosa” – le dice; y
todo tiene verdad ahora.