Un viaje de Sol a Ción.

Ción; el lugar donde todo se yuxtapone
con el Alma.

lunes, 1 de mayo de 2017

Perdiendo el tiempo

Es martes a la tarde y Ella va corriendo en los pasillos de una mente y se va escondiendo. Baja un poco la cara... lo mira por encima del hombro, fugando los labios, con tal picardía que se volvía brisa en sus oídos, girando sobre su propio eje, seduciéndolo a enroscarse allí: en esa boa de recuerdos.
Una risa que suena de ecos. Y ella corre. Corre. Más bien corretea, como queriéndose dejar atrapar.  Como queriendo comérselo cuando Él menos lo piense.

Cada vez que se encuentra los laberintos la hacen perderse… siempre en la mente de él. ¿Cuántas veces se detiene a espiar?

Insinuando, esboza una sonrisa y le pinta una taza de té en la mano. Le invita limón y lo mira exprimirlo entre aludes temperamentales; Ella, como si nada, lo rescata de invertir más tiempo del que amerita en un solo estado emocional.

Hay principio, hay fin y, mientras, la ama en la fauna enredada; complicada como Ella; fina y enroscada, dañina y adictiva; no la puede soltar, al menos no por ahora, o por hoy, o hasta que lo eche. 

De repente, el espacio entre ellos forma parte del contexto, una masa demasiado presente en la consciencia y por ende molesta; primero por extensa, y luego por su asfixia. 
Le quiere dar respiración boca a boca. Y, como por sorpresa, como por osmosis, le enrosca los dedos en los pelos, como peces de estanque y ella ya no sabe en qué mente está. 

Se desnudó la psiquis. El no quiso no quedarse en pelotas. Y ahora los peces eran ellos y los laberintos eran de ellos y el problema era de Ella; es Lunes a la noche y estaba Él corriendo en su mente.