Levantarse un domingo así, “como un
animal herido en el lugar donde iba a ser de revelación”.
Levantarse con dolor, con una
sensación de objetualización de la sinceridad y verdad. Como nunca habría que
levantarse un domingo; con el pecho vacío y la garganta enudada.
No era casualidad que lloviera, que
se lavara la razón y las ganas. No era casualidad sentirse una presa emocional
con una lanza clavada (o un toro en Madrid).
Transcurrir el domingo así; sin querer salir de la cama. Sin querer aceptar que se habría visto engañada ella, ultrajada su mente, desnudada su Alma. No poder evitar no sentirse imbécil .. e infantil... y crédula. Jamás habrá de volver a creer en la amabilidad de los extraños.
Pero también estaba allí esa leve
sensación de agradecimiento, de libertad. Estaba consciente de que la vida no
tiene aristas, agradecida de que los momentos hayan sido puros e inclusive medios
infinitos.
Se funde en una sensación de
desolación y auto-descubrimiento; habría de olvidarse de aquello que la ayudo a
darse cuenta… habría de ignorar la existencia de sensaciones hermosas; habría
que ser humano… ser máquina y encajar allí; dónde la gente no habla, se
encierra en su ser, y no se las juega por nada.
Acostarse un domingo así, feliz de
haberse equivocado.
(“Having a soft heart in a cruel world is courage, not weakness.”)